Les dijeron que sus bebés nacieron muertos, pero comprobaron que era mentira y ahora los buscan
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“En la clínica perdí la noción de los días. Estaba muy nerviosa, me llevaron a una pieza chiquita donde había una camilla. Ahí estaban la partera Juana Elena Franicevich y el doctor Jorge Berges. Recuerdo que mientras me aplicaban una inyección en el vientre se reían. A las 48 horas o más, me agarraron unos dolores terribles, que supe después, cuando tuve a mis otros hijos, que eran dolores de parto”.
-Yo lo vi a mi bebé era peladito, rubiecito. Amagué a agarrarlo y en ese mismo momento, se lo llevaron y me dijeron que había muerto. Me agarró un ataque de nervios y no sé cuanto tiempo estuve gritando”, cuenta. “Si mi bebé había muerto, yo quería que me mostraran el cuerpo”, reclamó sin obtener respuesta.
Lo siguiente que recuerda Leonor es encontrarse nuevamente en una habitación con una cuna vacía: “Fue todo muy doloroso porque. Yo a mi hijo no lo dí. Teníamos proyectos con mi novio. Él se quería casar conmigo, juntos imaginábamos cómo sería el bebé, pero no lo tuvimos”.
Su madre fue a buscarla a los días y le dijo que el bebé había muerto. “A mi novio le habían dicho que me llevaban a la casa de una tía, nunca le dijeron que estaba en la maternidad. Cuando nos reencontramos con Alberto yo le aseguré que nuestro hijo estaba vivo. Él no me creyó, no porque dudara de lo que había pasado sino porque no podía creer que mi mamá y mi abuela me podía hacer algo semejante”, explica.
A los 21 años se separó de Alberto. “Si no me creía, no quería seguir mas con él. Formé pareja de nuevo, pero nunca pude olvidar lo que ocurrió en esa maternidad. Después de 27 años de separada, me buscó, me pidió disculpas. Falleció hace un años queriendo encontrar a su hijo”, dice Leonor.
Hace unos años, ante de morir, su abuela le confesó que su bebé había sido vendido. La historia era tal y como ella la recordaba: “Yo no sabía donde buscarlo, pero supe que nunca bajaría los brazos. Por más que sea el ultimo aliento que tenga voy a seguir buscando a mi hijo”.
La causa está en un Juzgado Federal de Quilmes a cargo del juez Luis Armella y también en la secretaría penal de la Justicia Federal de Wilde, porque en ese lugar ocurrió el hecho.
“Por ser un caso de apropiación de un bebé, está caratulado como apropiación y sustracción de la identidad y tiene que buscarlo la Justicia, porque es un delito continuado que esa persona no sepa su identidad de origen”, indicó a TN Ignacio Bellocchio, abogado de Leonor.
Desde el juzgado pidieron las partidas de nacimiento del Registro Cvil de la zona de los años 1969 y 1970 ya que Leonor recuerda que su bebé nació a fines de 1969: “Aparecieron algunas personas cuyas partidas de nacimiento estaban firmadas por la partera Juana Elena Franicevich y el médico Jorge Berges ( quien cumple arresto domiciliario) pero que no se podía determinar si alguno era hijo de Leonor salvo que se hicieran estudios comparativos de ADN”.
“Desde el juzgado se negaron aduciendo que de hacerse se pondría en duda la identidad de las personas causándoles perjuicios y la cerraron. Nosotros apelamos y la Cámara Federal de La Plata falló a favor y notificó al juez de Quilmes para que realice las medidas pendientes de producción”, dice Bellocchio.
Alicia conoció la verdad gracias a un estudio de ADN
“Es muy terrible haber llegado a casa con la cunita, sin entender qué me había pasado. Tenía que dar vuelta la página. Me dijeron que mi bebé había nacido muerto y yo no lo podía creer. Me dieron un certificado que decía ‘muerte por desprendimiento de placenta’”, cuenta María Alicia Predazzi a TN.
Ella tuvo a su bebé el 30 de noviembre de 1983, en la clínica Honaine de San Martín: “Me atendió el doctor Pedro Honaine. Me dijeron que mi hijo había nacido muerto y yo no lo podía creer, porque lo había escuchado llorar. A mi marido le informaron que yo estaba muy grave, que se ocupara de mí y que ellos se encargarían de todo, incluso del cementerio”.
“Yo necesitaba despedirme de mi bebé y darle santa sepultura. Cuando me trajeron el cuerpito a la noche, lo vi y sentí que no era mi hijo. Mi marido lo sepultó y a los años, cuando correspondía levantar esos restos, pedimos un permiso para cremarlo en el cementerio de Chacarita”, explicó Alicia.
Por determinadas cuestiones que tiene que ver con el nacimiento de su segunda hija, esperaron un tiempo: “Años después, aparecieron casos de bebés robados en la misma clínica y yo pensé que me podría haber pasado algo así. Le escribí a un juez de turno que ordenó un ADN: el bebé que me habían entregado, no era mi hijo”.
Cuando le robaron a su bebé, Alicia tenía 26 años, estaba casada y fue a esa clínica porque su obstetra le había dicho que si no era en ese lugar, no la atendía: “Mucho tiempo después sentí que lo que había hecho era mandarme al matadero. Mi embarazo había sido excelente, sin ninguna problemática y me era difícil asimilar que mi bebé había muerto”.
Nadie me creyó que mi bebé había nacido, que yo lo vi nacer. Tuve que esperar muchos años para que con un análisis de ADN me creyeran. Yo tuve la frialdad de decir ‘quiero ver a mi bebé muerto’, pero el que me mostraron no era mío. Me dieron un certificado que decía que mi bebé murió por desplazamiento de placenta, pero el desprendimiento de placenta tiene hemorragias que yo nunca tuve”, afirma Alicia.
Quedé interanda 5 días y en ese tiempo nunca me pude parar. Me inyectaban algo seguido, que decían que eran calmantes. Cuando nació mi segunda hija yo pregunté si no me iban a poner un calmante y ellos me hicieron ver que lo que me habían inyectado era para que no pudiera levantarme ni investigar si el bebé estaba en la clínica”, explica la mujer.
El dolor, la soledad y una enfermedad
“Sufrí en soledad y me enfermé de cáncer de pulmón. Me sentía sola porque nadie me creía. Solo le rezaba al espíritu santo porque soy muy creyente. En esa época no había grupos de búsquedas de otras mamás, no había Facebook ni nada de eso”, dice.
Un día, Alicia vió en televisión que la supuesta hija de Perón se iba a hacer una prueba de ADN a los Estados Unidos. “Un amigo que es médico me dijo que había para hacer prueba de ADN en el Hospital Durand. Conseguí la orden por medio de un juzgado con la intención de que me dijeran que ese cuerpito que tenía era el de mi bebé, pero dio negativo”, recuerda.
A partir de ese estudio de ADN negativo se abrió un expediente. “Iba todo bien, pero en San Martín cerraban algunas oficinas de jueces y pasaron la causa a otro juzgado. Ahí me dijeron que no necesitaba abogado. Fue muy duro. Yo tenía miedo y desconfiaba de todas las personas porque empezaron a pasar cosas raras, irregulares. Mi mayor temor era que estuvieran relacionados con las personas que habían cambiado mi bebé en la clínica”.
“Cerraron la causa y es como que ese delito nunca existió. Alguien se tiene que hacer cargo de esto, yo tengo la fuerza para llegar a mi hijo pero hay un Estado ausente, el estado sabe que esto pasa y que sigue pasando y va a seguir pansando mientras no hagan nada. Es terrible cuando te dicen ‘no tenés nada’ pero las que tenemos algo, llegamos a la misma conclusión”.
El 4 de deciembre de 1998 Juzgado en lo criminal y Correccional N 3 de San Martin a cargo del Juez Eduardo J. Fratto, confirmó lo que Alicia ya sabía por el estudio de ADN, que ese bebé no era su hijo. Tiempo después decidieron archivar su causa sin haberlo encontrarlo.
La Defensoría del Pueblo ayudó a Liliana a conocer la verdad
Liliana Leiva estaba casada y ya era mamá de un nene cuando quedó embarazada de su segundo hijo a los 18 años: “Me había casado a los 15 años y me atendia en la Maternidad Santa Rosa de Vicente López. Llevé adelante todo el embarazo sin complicaciones y el 22 de noviembre de 1988 empecé con trabajo de parto”, detalló a TN.
Ingresó a la maternidad acompañada de su marido, su hermana y el suegro: “Me preguntaron mis datos y me dijeron que yo no tenía historia clínica ahí. Me recriminaron que no me había atendido, cosa que no era cierto, pero no me escuchaban”.
Como podía, Liliana les explicó que se había hecho una ecografía en esa maternidad la semana anterior: “El bebé estaba perfecto y encajado pero me repetían que el bebé ‘estaba muerto’ por mi culpa y yo que no entendía”.
“Me dijeron que me iban a inducir el parto, me pasaron a la sala del preparto. Ahí estaban todas las parturientas con monitoreo y a mí solo me dejaban con el conito. Sufrió insultos y agresiones por parte de una enfermera. Cuando tuve contracciones para parir me pasaron a la sala de partos donde me ataron”.
Como le habían dicho que el bebé estaba muerto, Liliana no quería pujar ni hacer nada. “Una enfermera se subió a la camillia y me apretó la panza durante las contraccciones. El bebé nació, yo me quise incorporar para verlo pero se lo llevaron y me dejaron atada”.
FUENTE:TN
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