Una familia entera tirada a los chanchos o a un pozo de agua: la macabra trama de la desaparición de los Gill

-El misterio que durante 20 años encerró la desaparición de una familia entera en la provincia de Entre Ríos podría llegar a su fin. Fue la declaración de un testigo lo que encendió una luz de esperanza y derivó en nuevas excavaciones para dar con los Gill, solo que ya no los buscan vivos. Ahora, esperan encontrar restos óseos esqueletizados.

-“Queremos saber cuál fue el destino de esta familia”, remarcó a TN el juez de Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta, a cargo de la causa, que además señaló que hay una recompensa vigente de 9 millones de pesos para quien aporte algún dato que ayude a conocer lo ocurrido con José Rubén “Mencho” Gill, quien tenía 56 años cuando desapareció; su esposa Margarita Norma Gallego, de 26, y sus cuatro hijos: María Ofelia, de 12; Osvaldo José, de 9; Sofía Margarita, de 6; y Carlos Daniel, de 2.

Los Gill fueron vistos el domingo 13 de enero de 2002 durante un velorio en la vecina localidad de Viale. Paradójicamente, ese día también fue el último en el que se los vio a ellos. Al cumplirse los primeros 10 años desde su desaparición, un equipo de TN viajó al lugar y recorrió la estancia La Candelaria, donde “Mencho” vivía y trabajaba como peón y cuyo propietario, el alemán Alfonso Goethe, fue el principal y único acusado que tuvo el caso.

A Goethe lo acusaron de todo, pero nunca le pudieron probar nada. Como mínimo, el hombre conocido y temido por “su temperamento fuerte”, denunció demasiado tarde la desaparición de su empleado y la de toda su familia. Pese a esto, para la Justicia el patrón de los Gill solo fue un testigo y en 2016 el hombre murió en un accidente automovilístico sin haber sido jamás imputado.

Juan Antonio Rossi era un joven oficial subalterno de 22 años del departamento de Nogoyá cuando le avisaron que había desaparecido un matrimonio y sus cuatro hijos, de entre 2 y 12 años. Se involucró en el caso desde ese mismo momento y siguió vinculado aún años después de su retiro, ya como comisario principal, en 2014.

“Mi sueño, mi anhelo es lograr encontrar los restos de lo que fue la familia y entregárselos a esa pobre mamá”, dijo Rossi a TN haciendo alusión a Adela Gallego, madre de Margarita. Curtido por tantos años de carrera, admitió: “Da escalofríos pensar en lo que pudo haber pasado con ellos”.

“¿No estarán muertos aquí o aquí?”

Para los abogados que a lo largo de los años acompañaron a los familiares de las seis personas que permanecen desaparecidas desde 2002 está claro que, haya sucedido lo que haya sucedido, se está en presencia de una acción delictiva.

“Ya sea un homicidio o una desaparición forzada de persona es un hecho gravísimo por cuanto hace años que no hay noticias de esta familia”, señaló el abogado Guillermo Vartorelli a TN, al cumplirse el décimo aniversario del caso.

Pasó ahora otra década y lo único que sigue intacto es el misterio. “El paso del tiempo fue determinante para que después los rastrillajes no arrojaran ningún resultado”, comentó por su parte Maximiliano Navarro, el letrado que asesoró a Adela Gallego, la mamá de Margarita.

Gallego nunca tuvo dudas sobre cuál fue el trágico destino de su hija, su yerno y sus nietos. “Ellos ya no están con vida”, aseguró, y apuntó directamente contra Alfonso Goethe. “¿No estarán muertos aquí o aquí?”, recordó que le decía el alemán, como mofándose de su preocupación cuando ella iba a la estancia en busca de respuestas. Lo único que quería era que por lo menos le dijera dónde estaban, pero si realmente Goethe había tenido algo que ver con la desaparición de los Gill, se llevó ese secreto a la tumba. “Se me reía en la cara, esa persona no tiene corazón”, subrayó Adela.

Tres meses después de que la familia Gill fuera vista por última vez, Goethe denunció que no habían vuelto a la estancia. Al ser cuestionado por el tiempo que demoró en hacerlo, sostuvo que les había dado vacaciones y por eso su ausencia no le llamó la atención en un principio.

La primera inspección ordenada por la Justicia tardó un año y medio más en llegar, pero recién fue en 2008 cuando se hicieron excavaciones dentro del predio de unas 500 hectáreas donde vivía y trabajaba “Mencho” Gill con su familia, del cual Goethe era propietario.

Animales envenenados, temperamento fuerte y el estigma de sospechoso que llevó hasta el día de su muerte

Goethe era un hombre de campo conocido entre los vecinos por su carácter fuerte, al que, incluso, muchos le tenían miedo. Alemán, casado y con dos hijas, corría en voz baja el rumor de que envenenaba animales.

“A veces envenenaba a los perros de los vecinos cuando se le metían en el campo”, contó a TN el juez Acosta, y agregó: “También envenenó a su propio perro porque lo molestaba”. Las personas no escapaban del carácter explosivo del sexagenario. De hecho, cuando desapareció la familia Gill, tenía con ellos un juicio laboral por maltrato.

En ese escenario se tejieron todo tipo de hipótesis. Hasta llegó a decirse que después de masacrar a la familia completa, el patrón había descuartizado los cuerpos y arrojado sus restos a los chanchos para que se los comieran.

Pero todo quedó en especulaciones. Nunca se encontró hasta ahora ni una sola prueba que lo incriminara directamente. “No le gustaba que entráramos a la estancia”, apuntó el juez Acosta, aunque aclaró que tampoco se negó nunca a permitirles el ingreso para los trabajos destinados a dar con alguna pista sobre la familia desaparecida.

“La conducta patriarcal”

“El primer lugar donde se los buscó fue Santa Fe”, señaló el excomisario Rossi. Es que un pariente de “Mencho” Gill vivía en un pueblo al norte de esa provincia, casi al límite con Córdoba, y el año anterior los había alojado allí durante sus vacaciones. No obstante, si hubo una intención de repetir ese plan en 2002, nunca se concretó.

La hipótesis inicial era que los Gill se habían ido por voluntad propia. “Se mencionó la posibilidad de una mejora salarial, también alguna enemistad con el dueño de La Candelaria, pero no había indicios todavía para sospechar de ningún delito”, afirmó Rossi.

Esa situación fue cambiando a medida que transcurría el tiempo y alejándose, cada vez más, de aquella primera hipótesis hasta convertirse en uno de los enigmas más grandes de las crónicas policiales de este país. Entonces, las diferencias que existían entre “Mencho” Gill y su patrón acaparaban toda la atención.

“Las diferencias radicaban en la conducta un poco patriarcal de Goethe”, contó el policía, y apuntó a modo de ejemplo que el alemán “llegó a molestarse cuando se enteró de que la familia tenía un celular”. “No permitía que tuvieran libertades propias de cualquier persona y quería involucrarse más en la crianza (de los chicos)”, resaltó.

“Una casa rodante en La Candelaria”

La búsqueda fue exhaustiva. Así lo recuerda el excomisario Rossi, quien en diálogo con este medio indicó que con su equipo recorrieron “toda la Mesopotamia, estaciones de servicio, hospitales, escuelas, lugares de residencia, establecimientos rurales, Córdoba, Santa Fe, el norte de la provincia de Buenos Aires, el Gran Rosario”. Y agregó: “Se agotó la pista telefónica, se usó la misma tecnología que con el caso Blumberg, tecnología satelital, hasta tuvimos contacto con el FBI”.

El compromiso con el caso jugaba al límite con la obsesión de encontrarlos, a tal punto que se instalaron en “La Candelaria” durante un período de tiempo. “Conseguimos una casa rodante para poder vivir ahí, y no tener que hacer 80 kilómetros todos los días para ir y venir de nuestras casas”, contó Rossi.

Todo el esfuerzo parecía inútil hasta que, un día, apareció un gomero de La Picada que aseguró haber visto a la familia Gill pasar por la estación en donde él trabajaba en un Chevrolet de color azul. “Fuimos a hablar con él”, manifestó el investigador, y resaltó: “Era un delirante que quería fama”.

“Un pozo de agua cerca de un arroyo”

El juez Gustavo Acosta tomó la causa, que ya cuenta con 18 cuerpos, en 2015. Desde entonces apuntó a concretar una serie de medidas con la intención de darle un nuevo impulso a la investigación.

Hace un par de meses atrás logró que se ofreciera por primera vez una recompensa en el caso, y también la intervención de Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que tendrá a su cargo las nuevas excavaciones que se realizarán en “La Candelaria”.

El lugar en donde buscarán en los próximos días a la familia desaparecida fue marcado por un nuevo testigo, que recordó haber visto allí a Goethe y “Mencho” Gill realizando un pozo de agua muy cerca de donde pasa un arroyo. “Esto es un dato por lo menos llamativo”, confirmó el juez de la causa, y anticipó que los trabajos en ese lugar se llevarán a cabo los próximos días si el clima acompaña.

Movilizado al evocar los años dedicados a encontrar a “Mencho” Gill, su esposa Margarita, y sus hijos María Ofelia, Osvaldo, José, Sofía y Carlos Daniel, el excomisario que anhela el momento de poder entregarle sus restos a Adela Gallego, lamentó: “Ella tiene la ilusión de poder sepultarlos”. Y concluyó: “Es importante asumir que en esta bendita Democracia tenemos seis personas de las cuales no sabemos absolutamente nada”.

FUENTE:TN NOTICIAS

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